domingo, 7 de diciembre de 2014

La estrella que se convirtió en vaca y se comió al perro

Por Sergio Polo

El universo de las empresas es como un cuento de hadas, un mundo mágico y de sueños donde se dan cosas inimaginables, tanto es así que, la mayoría de las veces, las estrellas se convierten en vacas y las vacas se comen a los perros. Esto, que podría ser el argumento, como decimos, de un cuento de hadas, es la original forma como la consultora Boston Consulting Group ideó la que posiblemente sea la  matriz más famosa del management para el análisis de negocios. Dicha matriz se estructura en cuatro celdas, donde en función del crecimiento del mercado en el que se desenvuelva la empresa y de la cuota que ésta ostente en dicho mercado, se catalogará a la misma como estrella, vaca, interrogante o perro.  

La mejor condición de este universo particular y a la que todos aspiran es a convertirse en vaca. La vaca lleva una vida sosegada y tranquila, tiene una alta participación en un mercado maduro o de bajo crecimiento donde muy difícilmente van a irrumpir nuevos competidores. Se dedica fundamentalmente a pastar y a dar leche o, lo que es lo mismo, a consumir poco y a dar muchos beneficios. A la vaca la precede la estrella, que tiene una participación alta en un mercado que crece y que, antes o después, se volverá maduro. La estrella se dedica a generar recursos que debe invertir constantemente para así brillar más, alcanzar mayor cuota y, cuando el mercado esté consolidado, convertirse en vaca. El principal problema que tiene la estrella es que, como el mercado está creciendo y por lo tanto generando nuevas oportunidades, debe de estar siempre vigilante para impedir que otros, en este caso el interrogante, se quede con ellas y le arrebate su posición.

Luego, en un estadio inferior, como los parias de esta clasificación, se encuentran el interrogante y el perro. El interrogante tiene una baja participación en un mercado que crece y que por lo tanto sigue generando oportunidades. El interrogante aún no ha tirado la toalla y, como hemos dicho antes, aspira a convertirse en estrella; pero no lo tiene fácil y tendrá que estar ahí, siempre al acecho, para aprovecharse de algún error de ésta y ocupar así su posición; algo que, de no conseguirlo, le llevará automáticamente y cuando el mercado madure a convertirse en perro. Por último y cerrando la tabla se encuentra el perro. El perro, a cuyo grupo yo diría que pertenece el 90% o más de las empresas de nuestro país, tiene una baja participación en un mercado que no crece y donde la que lo domina y de verdad come y disfruta  de él es la vaca. ¿Por qué se llama perro?: porque no produce beneficios, no reluce, y ni siquiera genera dudas de que pueda hacerlo; sólo ladra y ladra en una queja constante por creerse con la mala suerte de ser perro y sin ser consciente de que, en la mayoría de las ocasiones, no es cuestión de suerte si no que se elige serlo.

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